Cuando se cumple el tiempo no tenemos que anunciarlo, somos el SUEÑO.

Todos somos el sueño de Dios para el bienestar del mundo. Cada uno de nosotros con nuestras capacidades dadas por Él, somos la esperanza de muchos que necesitan del Señor. Para realizarlo necesitamos saber quiénes somos en Dios y cual es nuestra parte de la obra. En ese hacer reside también nuestra propia bendición.

Libro: Lo que te alumbra y te deslumbra, una vida en vctoria con Dios


......“Pero, por qué no soñar con la primavera que llega en medio de aromas y colores. Por qué no dejar que el sol personal con sus tenues rayos cargados de recuerdos alegres  se abra paso por estos nubarrones de la vida como en una fría tarde invernal. Por qué no cortar las riendas de la nostalgia que duele y en un voluntario y determinado giro llegar a las puertas de los sueños y dejarnos ilusionar por ellos.
Muchas cosas no pudieron salir como quisimos, pero seguramente muchas sí lo hicieron. Levantemos los ojos y dejemos que los dolientes párpados que otrora liberaron las amargas lágrimas por nuestras mejillas, hoy puedan dolerse también con los incipientes rayos del sol que atraviesan nuestra alma y nos llenan de la esperanza y la ilusión que abrigan los sueños. Se trata de sueños aún por cumplirse por una imperiosa necesidad que todos albergamos: seguir mirando al futuro con alegría, fe y esperanza. 

Sí, solo se trata de mirar. De ver. De observar. De atesorar los sueños. De no dejarse amilanar. De creer. Creer en nosotros mismos, en el otro, en Dios. En fin, se trata de atravesar las negras y densas nubes de oscuridad con promesa de hastío y de frío, y en cambio, mirar con ojos nuevos y festivos lo que somos capaces de crear si todavía no lo está. No nos olvidemos que no se trata de ser. Ni el sol puede —y esto con todo lo que él es— por sí solo y solamente con ser.  Debemos perseverar. Perseverar en desear traspasar las densas nubes de nuestro hastío, del olvido del otro, del desamparo no compartido. Debemos enamorarnos del futuro, de lo que viene, de aquello que deseamos, y que de tanto desearlo, se materializa. Siempre está disponible ese sendero de luz que nos lleva a contemplar un nuevo amanecer en nuestra vida.
Dejemos que los rayos de luz del sol interior que es nuestra fe, penetrando en lo profundo de nuestro ser, se pose sobre nuestros anhelos más caros, y mediante ella, sea también provocado el nacimiento de lo que nos traerá las nuevas fuerzas de esperanza para un recomienzo de gozo y de placer. Porque la vida que no vivimos deja de ser vida, y para decir que la vivimos hemos de disfrutarla. “23Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible” (Mr 9:23).

La vida que no vivimos deja de ser vida, y para decir que la vivimos hemos de  disfrutarla. “

 (Un párrafo del capítulo 7 de la 1 Parte)